miércoles, 27 de agosto de 2008

¿Será de Dios?

Esta es una historia de la vida real. Erase una vez un hombre cristiano que tenía una peluquería. Él asistía fielmente a una congregación de su cuidad, y una mujer de la misma iglesia vivía cerca de su negocio. Cada vez que ella pasaba por ahí, le hacía un comentario a su vecino del mismo tema: “el diablo esto y aquello”: que su empleada tenía algún espíritu, que las tijeras del logotipo de su peluquería parecían un demonio, etcétera.

Lamentablemente parecería que los cristianos estamos más concentrados en el diablo que en el mismo Cristo. Estamos más pendientes de las obras y artimañas del enemigo en el ambiente, que de lo que Dios demanda de nosotros en su Palabra. Hemos dejado de discernir lo que viene de Dios y lo que viene del diablo. La cosa funciona de esta manera: cuando hay cosas que parecen buenas a nuestros ojos humanos, exclamamos “¡Qué bendición!” Y claro, hasta hemos encontrado la base bíblica para ello: “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Por supuesto que no dudamos ni por un segundo la veracidad de este versículo, pero necesitaríamos definir lo que significa “buena dádiva y don perfecto”. Algunos tristes ejemplos reales son los siguientes:

· “Encontré un nuevo trabajo en el que me pagan muy bien. Sí tendré que ocultar algunos datos en los libros de Contabilidad, pero, ¡qué bendición! ¡Es una muy buena paga!”

· “Me dieron de más el cambio en la tienda. ¡Qué bendición! Dios sabía que yo andaba sin dinero y me proveyó”.

· “Me salió un gran contrato pero tengo que dar un porcentaje de mis ventas para que firmen conmigo. Es lo mejor que me ha salido este año, ¡qué bendición!”

¿Será de Dios que desobedezcamos directamente su Palabra y que hagamos cosas que incluso a los ojos del mundo son corrupción? La respuesta obviamente es NO. Claro está, también sucede lo contrario. Vemos las cosas que a nuestros ojos humanos son malas y… Bueno, eso no puede venir de Dios, ¿o sí? Las cosas difíciles no nos gustan, eso ya no entra en la categoría de “bendición”, sino de “ataque”, y le culpamos al diablo de muchas cosas en las que él ni siquiera se ha dado por enterado que está involucrado. Le culpamos de nuestras deudas, cuando hemos sido malos mayordomos de lo que Dios nos da. Si nos despiden del trabajo, claro, fue un dardo del maligno, pero no nos fijamos en nuestra mediocridad. Cuando caemos y pecamos, nos lavamos las manos y decimos que fue el enemigo, así nos desligamos de toda responsabilidad y nos olvidamos que nuestras mismas acciones tienen un efecto negativo en nuestras vidas.

No todo lo que pensamos que es bueno es bendición, y no todo lo que pensamos que es malo viene del diablo.

“¡Vamos!”, pregunta alguien por ahí, “¿qué de los que pasan por todas esas pruebas injustamente?” Es una pregunta válida, y de hecho hay muchos “Job” en el mundo que en este momento atraviesan situaciones difíciles que no vinieron como consecuencia de sus actos. Sí, el libro bíblico nos dice que el acusador causó estos males a Job, pero primero pidió permiso al Soberano. ¿No era, entonces, también voluntad de Dios que Job pasara estas pruebas? Si Dios no lo hubiera querido, simplemente no lo hubiera permitido. En estos casos, la respuesta debería ser la misma que fue para Job: Dios permite que el justo sea probado porque quiere darse a conocer más íntimamente a su hijo, ya no “de oídas”, Él quiere que sus ojos Lo vean. El propósito del diablo no era acabar con la vida de Job, sino tentarlo para que maldijera a Dios. El apóstol Juan dejó bien clara una cosa: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no peca; sino que aquel que nació de Dios lo guarda y el maligno no lo toca” (1 Juan 5:18). Entonces, lo único que puede hacer el diablo en la vida de un verdadero hijo de Dios es tentarlo, ¡nada más! El que nos vaya bien o mal es cuestión de qué tanto hemos permitido que el Espíritu Santo maneje nuestra vida.

Hace algunos meses conversábamos sobre este tema y el Señor nos mostró, al analizar especialmente Job, que la vida está rodeada de circunstancias neutrales, no son buenas ni malas. Eso dependerá de nuestra reacción ante las mismas. Si nos dejamos guiar por el Espíritu y aprendemos lo que Dios quiere enseñarnos, entonces esa circunstancia (adversa o agradable) será buena. Si caemos en la tentación de quejarnos ante algo adverso o de olvidarnos del Señor ante algo agradable, por citar un ejemplo, esa circunstancia será mala. Creo que muy pocos han pasado cosas peores que Job, pero en medio de su aflicción él no dejó de alabar al Señor, por lo que al final tuvo un encuentro cara a cara con Él y fue reivindicado delante de los amigos que le acusaban. Romanos 8:28 nos dice también que todo lo que atraviesa un hijo de Dios es para bien.

Realmente nos está fallando algo cuando no somos capaces de aprender las lecciones de carácter o aceptar la disciplina q Dios tiene para nuestras vidas, y jamás nos ponemos a pensar: “A ver, Señor, ¿qué quieres tú que yo aprenda con esto?” Si, al contrario, damos por sentado que toda adversidad es “ataque del diablo”, nos perdemos ese encuentro cara a cara que tuvo Job, nos perdemos el milagro de profundizar nuestra relación con Dios en una manera vivencial.

Juan 10:4-5 dice que las ovejas saben reconocer la voz de su pastor y no seguirán a ningún otro. Por lo tanto, si de verdad conocemos a nuestro Pastor, sabremos reconocer todo lo que viene de Él. La Biblia nos dice en muchos pasajes que Dios es Soberano, que todo lo que sucede es porque Dios así lo permite y que nadie puede resistirse a Su voluntad. Esto debería darnos confianza, ¿no? Si estamos bien sujetos al señorío de Cristo y estamos seguros que quiénes somos en Él, pase lo que pase, nuestra fe nos sostendrá y nos ayudará a vencer cualquier asechanza o tentación del diablo.

A lo mejor te estarás preguntando qué sucedió con el hombre de nuestra historia, con el señor que trabajaba en la peluquería. Simplemente se lo dejó de ver en la iglesia a la que asistía. Cuando nos concentramos más en el diablo que en el Señor, somos tropiezo para otros. En este caso, este hombre se asustó y perdió su interés por Dios, no encontró la esencia verdadera del cristianismo y estuvo listo para ser devorado cuando el diablo le llenó de dudas. En cambio, cuando nos concentramos en el Señor, en obedecerle, en buscarle, en pasar tiempo con Él, en desarrollar una relación de intimidad con Dios, no hay tiempo para pensar en otras cosas. Al acercarnos a Dios, como dice Santiago, Él también se acerca y podemos resistir al diablo de una manera tan efectiva, que huye de nosotros (Santiago 4:8-9).

Te animamos a que dejes de enfocarte solamente en el “enemigo”, ya que él no puede tocarte. Lo importante es que estés bien sometido o sometida a Dios. Ponle tooooooooooda tu atención a Jesús, a Dios, y permítele al Espíritu Santo que controle tu vida cada vez más. Dejemos que el perdedor que fue vencido en la cruz por nuestro Señor Jesucristo siga con miedo de tu luz que ilumina las tinieblas.

lunes, 18 de agosto de 2008

El camino angosto...

Christian y yo miramos esta prédica porque nos sorprendió su título. Te confieso que, en un principio pensé que se trataba de una conferencia aburrida porque el predicador, como lo vas a ver, comenzó sin la pompa o recursos de los famosos. Pero con cada palabra fuimos introduciéndonos en el tema. Paul Washer es atrevido y muy bíblico, y su mensaje partió mi corazón. Cuando el mensaje finalizó, estábamos ahogados en llanto. He escuchado el mensaje cuatro veces en una semana, y todas las veces me lleva a ponerme sobre mis rodillas.

Mira estos videos, la conferencia es un poco larga pero te aseguro que cada segundo vale la pena. Oramos para que Dios te hable y que deshaga tu corazón como lo hizo con el mío. Oramos para que, al final del tercer video, tu opción sea transitar por el camino angosto.

Parte 1


Parte 2


Parte 3

martes, 12 de agosto de 2008

"Soy salvo porque hice la oración de fe"...

OJO CON LAS COMILLAS!!!

Christian: Varios años atrás, cuando aun no era “cristiano”, alguien me preguntó si quería aceptar a Cristo en mi corazón. Sinceramente acepté por compromiso. No logro recordar con exactitud cómo fue la oración, pues no sabía lo que estaba diciendo en ese momento, pero fue algo como “me arrepiento de mis pecados, te acepto como mi Señor y salvador, etcétera”. Un par de años mas tarde, en la iglesia, me hicieron otra pregunta pero con referencia al mismo tema, “¿En qué fecha aceptaste a Cristo en tu corazón?” Lamentablemente no pude responder a esta pregunta, pues no recordaba la fecha y ni aún hoy la recuerdo, pues no fue trascendental.

Con el pasar del tiempo, he podido ver cómo en las iglesias que he visitado, hasta las que he podido ver por televisión e incluso en Internet, que se utiliza mucho la llamada “oración de fe”, la cual se hace repetir a quienes están interesados en entregar su vida a Dios. Esta oración se ha vuelto tan utilizada, que inclusive cuando se hacen salidas evangelísticas, la meta es que las personas puedan repetir dicha oración, aunque no hayamos logrado invitarlos a la iglesia o que se interesen en nuestro testimonio. Quiero aclarar que esto no es una crítica en contra de quienes utilizan esta “oración de fe”, porque a la verdad, no son ellos quienes lo inventaron, sino que lo aprendieron de alguien más, quienes a su vez aprendieron de alguien más. Esa es la razón por la cual ha nacido en nosotros escribir acerca de este tema, del cual debemos tomar conciencia, por el altísimo riesgo que es, en primer lugar ser juzgado por Dios por ser unos falsos maestros, y por el gran daño que se le hace a quienes aprenden de nosotros, que la salvación o que Dios se alcanza a través de una simple oración. Déjenme decirles que no hay nada más alejado de la verdad que encontramos en la Biblia, a decir verdad, no existe texto alguno que la sustente.

Mariqui: Hace un tiempo el Señor me inquietó a buscar en Su Palabra lo que realmente significa ser salvos. Comencé con pasajes conocidos en Romanos y el evangelio de Juan, y mi investigación me llevó a otros textos en los evangelios y en Hechos. Quiero compartir con ustedes lo que descubrí al indagar el texto bíblico, y me gustaría comenzar con Romanos 10:9, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Él le resucitó de los muertos, serás salvo”. Creo que nuestro problema es que no hemos comprendido del todo lo que significa “si confiesas con tu boca”. Lamentablemente, esto se ha reducido a una oración de 30 segundos que incluye la frase “te confieso como mi Señor”, o “confieso que eres el Señor”. Hace un par de años, cuando estudiaba en Guatemala, salí a la calle con algunos compañeros y comenzamos a preguntar a la gente si creía que Jesús es Señor. Todos dijeron que sí, el 100%. Algunos eran evangélicos, otros eran católicos, pero todos los que detuvimos en la calle ese día nos dijeron claramente que creían que Jesús es el Señor. ¿Son todos salvos? ¡Dios lo sabe! Leí en un diario de Guatemala un artículo tristemente titulado “Ateísmo, quizá sean los ateos los buenos”, que en las penitenciarías de Estados Unidos, el 95% de los presos confiesa ser adepto a una religión cristiana y se dice creyente en Jesucristo. ¿Qué sucede, entonces? Bueno, Santiago 2:19 dice que hasta los demonios creen y tiemblan. Creer de una manera intelectual, no es suficiente. ¿Qué significaba para los destinatarios de Pablo eso de “confesar con la boca que Jesús es el Señor”? Eso implicaba ir en contra de la corriente, ponerse en contra del culto al Emperador Romano, y estar dispuesto a morir. En otras palabras, no se podía decir “Jesús es el Señor” de la boca para afuera, porque se estaba jugando con la vida. Quien confesaba esa declaración, estaba realmente convencido de que era Jesús el que gobernaba su vida.

También me puse a analizar en los evangelios la predicación de Juan el Bautista y de Jesús. El mensaje era el siguiente: “Arrepiéntanse porque el Reino de Dios está cerca”. Me gusta esa palabra, “arrepiéntanse”, es un imperativo, una orden, es algo que debemos hacer. Bueno, con esa idea en mente, me puse a leer los discursos evangelísticos de Pedro y Pablo en el libro de Hechos. Mi intención era buscar una manera bíblica de realizar la “invitación” al final de una prédica evangelística. Para mi sorpresa, jamás encontré un llamado a pasar al frente, ni se habla de “recibir a Cristo”, ni mucho menos se hace que la audiencia repita una “oración de fe”. Encontré la misma palabra antes mencionada por el Bautista y por nuestro Señor: “Arrepiéntanse”. ¿Qué significa el arrepentimiento? La palabra en griego literalmente significa “cambio de mente”, y nos da la idea de una persona que estaba caminando hacia el norte, y, de repente, se da la vuelta y comienza a caminar hacia el sur. Esto es lo que sucede (o debería suceder) con una persona que conoce a Cristo. Está caminando en su egoísmo, es dueña de su vida, toma sus decisiones y está dominada por el pecado. De repente, escucha el mensaje del evangelio, su mente cambia, y decide entregar el timón de su vida a Jesucristo. Ya no quiere caminar en el pecado, ahora quiere agradar a Dios y buscar la santidad. Ya no quiere vivir en su egoísmo, sino que abraza el mandato divino de amar a Dios con toda el alma, la mente, las fuerzas y el corazón, y al prójimo como a uno mismo. El arrepentimiento, entonces, debería ser la señal del creyente auténtico.

¿Qué sucede con una persona que ha pasado al frente y ha repetido la oración de fe (algunos hasta lo han hecho varias veces), pero su vida no evidencia cambio alguno? ¿Hubo arrepentimiento? Es cierto que, al convertirse al cristianismo, muchos dejan de fumar e ingerir bebidas alcohólicas, y esto es muy bueno. Sin embargo, continúan siendo egoístas, no dejan de mentir, inventan chismes de otros, siguen amando el dinero, maltratan a sus empleados o compañeros de trabajo, etcétera. Esto a mí me dice que han cambiado de hábitos, pero no de corazón. Cualquier no creyente puede también dejar de fumar y de tomar, pero el cambio de vida que se produce por el arrepentimiento es exclusiva obra del Espíritu Santo en quienes han decidido entregar sus vidas a Cristo de manera genuina. Esto lo experimentaron los apóstoles y los creyentes de la iglesia primitiva. Leí los evangelios insistentemente, y nunca vi que Pedro o los demás discípulos de Jesús hayan hecho una oración de fe. Leí Hechos repetidas veces, me concentré especialmente en la conversión de Saulo o Pablo, y él no hizo ninguna oración de fe. Si recibimos la salvación cuando hacemos esa oración, déjenme decirles que ni Pedro, ni Juan, ni Pablo, ni Santiago, ni Timoteo, ni ningún otro personaje del Nuevo Testamento son salvos. Ellos jamás hicieron la oración de fe. Entonces, ¿qué hicieron? Se arrepintieron, entregaron el mando de sus vidas a Cristo, se dejaron controlar por el Espíritu Santo, nacieron de nuevo.

Ah… esto de “nacer de nuevo” me gusta mucho. Jesús usó esta expresión al hablar con Nicodemo en Juan 3. Al decir eso, lo que el Señor decía era Nicodemo tenía que librarse de todos sus paradigmas (cambiar de mente, arrepentirse), y cambiar su vida por completo.

Christian: Sin duda este tema nos lleva a reflexionar acerca de lo que es realmente la salvación y si somos o no salvos, pues si a continuación de leer este artículo y después de que lo compruebes a la luz de la Palabra, déjame decirte que el único que realmente sabe si eres o no salvo, es Dios, aunque se hará visible ante el ojo humano a través de tus frutos como lo dice Mateo 7:16, el cual es la evidencia del Espíritu Santo teniendo el control sobre tu vida.

Esperamos de todo corazón que este artículo sea un llamado de atención a tu vida y te mueva a examinar tu corazón, te lleve al verdadero arrepentimiento, al cambio de mente que resultará en un cambio de vida. Oramos para que Jesucristo realmente sea tu Señor y que lo confieses con tu boca porque también lo manifiestas con tu vida, con tus acciones, con tus frutos. Y si es que tienes la certeza de tu salvación, no porque dijiste una oración, sino porque tu vida evidencia los frutos del arrepentimiento, este mensaje es una confirmación de lo que Dios ya te ha estado hablando. Te animamos a que sigas en el camino de la justicia y que enseñes a otros la verdad, de modo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9), eso es lo que Dios quiere.

lunes, 11 de agosto de 2008

Busca negar la existencia de Dios...


Es interesante ver como cada persona cree saber exactamente quien es Dios, y pretende dar explicaciones históricas y psicológicas que muchas veces son un reflejo inconsciente de sus propios mecanismos de defensa. En opinión de quien escribe, es sin duda soberbio el que creamos sabernos dueños de la verdad y peor aún, usar a Dios como excusa de las atrocidades que ha hecho y sigue haciendo el ser humano todos los días, empezando por el egoísmo de buscar únicamente el bien propio sin pensar en los demás, y llegando a los extremos como las guerras y las hambrunas.

Si alguien cree tener la verdadera capacidad para negar la existencia de Dios, pues demuestre que no lo necesita y comience a hacer algo para cambiar el rumbo de la sociedad en decadencia en la que vivimos, demuestre primero que puede cuidar su vida para luego poder cuidar a los demás, demuestre su sabiduría, salga del promedio, y que alguien pueda reconocer que sus teorías son más que pura lectura de lo que escribió alguien más.
Si la sabiduría de un humano llega a sobrepasar la sabiduría de Dios, pues tendremos motivos para negarlo. Mientras tanto, te propongo que pensemos en qué estamos haciendo nosotros por todas las injusticias de este mundo? (o somos parte de esas injusticias???) Deja de vivir para ser servido y vive para servir a los demás, da de lo que tienes a quien más lo necesita, perdona a tu enemigo y ámalo. Con eso podrías empezar, y si necesitas saber cómo mas puedes hacer el bien, échale un vistazo a la Biblia que tienes empolvada en el librero de tu casa.

Y si tu único interés es continuar diciendo que no hay Dios, busca cómo negar la existencia de Dios, y de seguro encontrarás que es real.