miércoles, 24 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD


Para muchos, la Navidad es tiempo de paz, o al menos eso dicen los villancicos y las tarjetas. Para otros, es el tiempo del estrés. Otros, en cambio, ven la festividad como un gran negocio, mientras que otros tantos adquieren en esta época deudas que durarán todo el año. Pero también, aunque sea en un pequeño porcentaje, estamos aquellos que aprovechamos para reflexionar en el hecho que cambió al mundo, que dividió la historia, que salvó nuestras vidas: la encarnación de Cristo.

Dios se hizo hombre en la primera Navidad (sin importar si ésta ocurrió en diciembre, junio, abril o cualquier otra época del año). Sin querer entrar en el conflicto del origen pagano de la celebración del nacimiento de Cristo en diciembre, sí queremos enfatizar la verdad transformadora de que Cristo sí vino al mundo. Dios envió a Su Hijo para salvarnos de nuestros pecados, para reconciliarnos consigo mismo, para enseñarnos a vivir como a Él le agrada.

Sin embargo, mientras queremos ser profundos, resulta difícil escapar de lo comercial, los regalos, las tarjetas, los clichés... Tampoco ha sido fácil ignorar la superficialidad de cierta fracción del cristianismo que toma el misterio de la Encarnación como pretexto para espiritualizar el consumismo de la época. Al mismo tiempo, la escena de la Natividad nos invita a contemplarla y a reparar en sus detalles.

¿Cómo puede ser posible que al Dios del Universo se le haya escapado ese pequeño detalle, un lugar en el mesón? ¿O es que, a propósito, el Dios Encarnado decidió ubicar las circunstancias de modo que pudiera nacer a propósito en el lugar más humilde?

Los cristianos nos hemos llenado la boca diciendo, "Quiero ser como Jesús, quiero ser como Jesús", pero en la realidad vemos a quienes se dicen "seguidores de Cristo" exigiendo lujos, demandando riquezas de Dios. En la escena de la Navidad no vemos a María quejándose, ni demandando algo del Señor. Ya podríamos imaginar a María gritando: "Señor, me apropio de tus bendiciones, ¿cómo es posible que el Mesías que llevo dentro de mi vientre no pueda nacer en un lugar adecuado? ¿No se supone que mi Hijo es el Rey? ¡Entonces debemos hospedarnos en un palacio, Señor!"

Ya nos dijo Pablo en Filipenses 2.5-11:
Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Si el mismo Hijo de Dios se humilló a sí mismo, nosotros también debemos estar dispuestos a hacerlo. Si Jesús no demandó riquezas, tampoco debemos hacerlo nosotros. En esta Navidad, tengamos el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.

¡Felicidades!

Un abrazo,
Christian y Mariqui

martes, 23 de diciembre de 2008

Señor, ¡Perdóname por no ser millonario! 2da parte


En el proceso de escribir esta segunda parte, el Señor nos tuvo en un régimen de entrenamiento. En estas semanas, el Señor nos ha permitido ser espectadores de primera mano, por separado, de falsas enseñanzas que tienen que ver con la prosperidad. A continuación escribiremos lo que Dios nos mostró en este tiempo:

Cuando buscábamos más base bíblica nos encontramos con este texto:

Ciertamente tú has dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres traídas del oriente, y de agoreros, como los filisteos; y pactan con hijos de extranjeros. Su tierra está llena de plata y oro, sus tesoros no tienen fin. También está su tierra llena de caballos, y sus carros son innumerables.
Además su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos. Y se ha inclinado el hombre, y el varón se ha humillado; por tanto, no los perdones.
Isaías 2:6-9

Aquí debemos subrayar que el pueblo de Israel tenía una abundancia tremenda, sin embargo, estaban sucios por el pecado. Este pecado era tan tremendo, que el profeta oraba pidiendo a Dios que ya no les perdone. Por lo tanto, es completamente ridículo comparar la prosperidad material con una buena situación espiritual. Lo mismo sucede al revés, no podemos decir que quien atraviesa por pobreza está en pecado. La Biblia no sustenta estas declaraciones bajo ningún concepto.

Tristemente vimos algunas de las consecuencias de estas doctrinas engañosas. Nuestro corazón se quebranta al ver personas emocionalmente descompuestas porque en medio de su sufrimiento, hay alguien que les promete que todo será felicidad en un futuro cercano si son fieles en sus diezmos y ofrendas. Los falsos maestros se aprovechan del dolor humano para manipular y lograr así sacar el dinero de la gente.

Entre las notas que pudimos tomar, se dijo lo siguiente:

La pobreza es consecuencia del pecado, donde hay pobreza, hay rebeldía contra Dios. Cuando un corazón es rebelde, no recibe las bendiciones de Dios. Al respecto podemos argumentar, entonces, que según esta declaración, Jesús, Pablo, Pedro y otros personajes que experimentaron pobreza seguramente estaban en pecado. Sin embargo, Romanos 8:35 dice que el hambre o la desnudez no nos pueden separar del amor de Cristo. Si la pobreza fuese pecado o una consecuencia del mismo, entonces ésta sí nos separaría del amor de Cristo, pero no es el caso. Además, retomando el pasaje del rico y Lázaro, sería imposible que el pobre haya podido ir al cielo si su condición de miseria fuese un reflejo del pecado.
La base bíblica que se utilizó para hacer esta declaración es risible. El predicador dijo que en el huerto del Edén no había escasez, sino abundancia. Adán era dueño de todo y podía disfrutar de todo lo que quería. Sin embargo, cuando Adán desobedece, Dios le echa fuera. El problema es que cuando Adán sale del Edén, en ningún lugar de la Escritura se dice que él experimentó escasez. Lo único que Dios le dice es que le iba a costar más trabajo porque la tierra produciría cardos y espinas. Por lo tanto, la base bíblica que utilizan ni siquiera se aplica.

El segundo texto bíblico que torcieron para basar esta falsa enseñanza fue la historia de los doce espías en Números 13 y el recorrido del pueblo de Israel por el desierto. Se dijo que Dios prometió al pueblo una tierra abundante en toda clase de bendiciones, luego de sacar a Israel de la esclavitud de Egipto. Sin embargo, por su incredulidad, tuvieron que pasar 40 años en el desierto comiendo solamente maná. No podíamos creer cuando el predicador dijo que el desierto es el juicio de Dios para los incrédulos y que ahí la misericordia de Dios sustenta con maná, pero que esa no era la voluntad de Dios para Israel. Él recalcó, Dios no quería dar al pueblo maná, sino leche y miel. En realidad, este argumento es absurdo puesto que la incredulidad después de los doce espías ocurrió en Números 13, mientras que el Maná aparece por primera vez en Éxodo 16, apenas el pueblo salió de Egipto, muuuuucho tiempo antes de lo ocurrido con los enviados a reconocer la tierra. Es más, en Éxodo 16, el pueblo pecó contra Dios añorando la abundancia de comida que tenían en Egipto, cuando eran esclavos. Es en ese contexto que Dios decide enviar el pan del cielo. Bueno, no sé qué piensen ustedes, pero ese pan del cielo, dado por la mano misma de Dios, debe haber sido lo más espectacular… de ningún modo se trataba de misericordia en medio del juicio.

Finalmente, se utilizó la parábola del Hijo Pródigo… Qué triste que se utilice así una parábola que habla de nuestra condición espiritual, para sostener una doctrina engañosa que tiene como fin poner al hombre en el centro, en lugar de ser Cristocéntrica. Se perdió el sentido de la necesidad que el hombre pecador tiene de arrepentirse de sus malas acciones y de correr a los brazos del Padre para recibir perdón y vida eterna. Se perdió la intención de Jesús de representar al pecador, al fariseo y al Dios amoroso que nos muestra que tanto los descarriados como los santurrones tenemos pecado en nuestro corazón, pero Él nos recibe. Nos hacen quitar los ojos de Dios y nos ponen al frente un espejo, para que sólo nos miremos a nosotros mismos y nos hundamos en un mar de egoísmo y avaricia. Dios ya no es el Señor, el Altísimo, el Dios temible ante el cual debemos postrarnos en obediencia y reverencia, a quien nosotros debemos colmar de alabanza, adoración y una entrega sacrificial de nuestros cuerpos. Ahora es al revés, Dios tiene que buscar complacernos y darnos todo lo que deseamos… Inclusive tiene que obedecer nuestros caprichos y tenemos el atrevimiento de decir que Él tiene que darnos esto y aquello, ¿cuándo? ¡AHORA!

¡Qué lejano está esto de lo que la Biblia enseña! Dios ya nos dio a su Hijo, ¿qué más podemos pedir? ¡Qué osado es pensar que podemos exigir algo del Dios Todopoderoso para satisfacer nuestros deseos carnales!

La Biblia nos habla de otra cosa:

El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivir.
Proverbios 15:27 (Nueva Versión Internacional)

No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas. Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas, como águila que vuela hacia los cielos.
Proverbios 23:4-5 (La Biblia de las Américas)

Jesucristo resucitado envía varias cartas a las siete iglesias de Asia, y dos cosas nos llaman la atención. En primer lugar, vemos la carta a la iglesia de Esmirna. Sabemos que esta y Filadelfia son las dos únicas iglesias a las que el Señor no hace reclamo alguno, ya que andaban en el camino correcto y en fidelidad. Jesús le dice a esta congregación:

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)...
Apocalipsis 2:9

No hay reclamo. No hay pecado. Sin embargo, hay tribulación y pobreza terrenal, lo cual no disminuye en ningún aspecto la riqueza espiritual. En segundo lugar, tenemos a la iglesia de Laodicea, que es la única de la cual el Señor no tiene nada bueno qué decir, en contraste con la fiel Esmirna. Jesús les exhorta:

Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Apocalipsis 3:17

Esta iglesia en la que abundaban los bienes materiales, tenía a Cristo afuera, tocando la puerta (Ap. 3:20). Tenían riqueza terrenal pero una miseria espiritual tremenda.

El mensaje de la Biblia está claro. La riqueza no necesariamente implica una buena condición espiritual. La pobreza no necesariamente implica pecado. Más bien, nuestro Dios Soberano nos permite pasar por tiempos de vacas gordas y tiempos de vacas flacas para que aprendamos a conocerle como Dios proveedor, para moldear nuestro carácter, para que aprendamos a ser generosos, etcétera. Debemos ser como Pablo, quien aprendió a estar contento y tranquilo tanto en la abundancia como en la escasez (Filipenses 4).

El Señor nos invita a confiar en Él, a alabarle y a gozarnos, incluso cuando la bendición material escasea:

Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vacas en los establos, con todo yo me alegraré en el SEÑOR, me regocijaré en el Dios de mi salvación. El Señor DIOS es mi fortaleza; El ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar.
Habacuc 3:17-19

Amén por eso.