viernes, 3 de septiembre de 2010

Ato y ato, y luego me desato... - 2da Parte


En la primera parte de este artículo comenzamos a explicar bíblicamente lo que significa “atar y desatar”. En esta exposición continuaremos en el análisis y estudio de lo que realmente quiere decir en la escritura cuando nos encontramos con “atar y desatar” o palabras sinónimas.

Cuando miramos las prácticas de muchas iglesias evangélicas hoy en día, algunos nos hemos hecho las siguientes preguntas:

¿De dónde se tomó la idea de que tenemos que vestirnos de militares, marchar y gritar?

Los cristianos hacen esto ahora para ser más efectivos en sus prácticas de “atar” demonios y “desatar” bendiciones. En un artículo anterior, analizamos según el método gramático-histórico-literario uno de los pasajes más utilizados para sustentar esta falsa enseñanza. Otro pasaje muy utilizado para esta doctrina de “atar y desatar” es el siguiente:

Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios.
Proverbios 6:2

Según la mala interpretación que se hace de este versículo, la idea es que, cuando decimos algo, ya sea bueno o malo, eso sucederá. Uno queda “atado” con las palabras cuando dice cosas negativas, y entonces se requiere una oración para “desatar” al destinatario, o se “reprende” lo que se dijo. Por supuesto que si de dice algo positivo, entonces se están “desatando” bendiciones.

Pero tal interpretación de este versículo se invalida inmediatamente cuando leemos el contexto. El pasaje nos dice que no debemos ser garante de otros y del peligro que esto representa si el amigo no paga su deuda. El “enlazarse” con las palabras es una figura literaria que se refiere a que, al momento de dar nuestra palabra, debemos cumplirla, y nos veremos en grandes problemas al tener que pagar una gran cantidad de dinero por ser garantes de otra persona. ¿Cuántas veces debemos repetir que los versículos no están solos en la Biblia? ¡Hay que leerlos obligatoriamente en su contexto! Veamos todo el pasaje:

Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo, si has empeñado tu palabra a un extraño, Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios. Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo; ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo. No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento; escápate como gacela de la mano del cazador, y como ave de la mano del que arma lazos.
Proverbios 6:1-5

Este versículo queda descartado completamente para que pueda ser usado para esta doctrina falsa y dañina.

En algunas iglesias se dice: “La Biblia dice que la palabra tiene poder”. Bueno, hicimos una exhaustiva búsqueda y sólo encontramos que la Palabra de Dios tiene poder. Aquí hay un par de ejemplos:

Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios.
1 Corintios 1:18

El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Hebreos 1:3

En toda la Biblia NO dice que la palabra de un ser humano puede hacer o deshacer cosas, o peor que “activa las fuerzas espirituales”. En realidad, la teología actual está llegando a ser tan antropocéntrica, que nos hemos adjudicado poderes que no tenemos. No queremos negar el poder de las palabras, pero no es un poder “místico”. Obviamente, si alguien nos dice (o nosotros decimos de nosotros mismos) cosas negativas y no estamos firmes en el Señor, vamos a terminar creyéndolo y actuando de esta manera. Sin embargo, es una cuestión más psicológica y no tiene ninguna relación con demonios o poderes de las tinieblas. Tal es el caso del siguiente texto bíblico:

Con el fruto de su boca el hombre sacia su vientre, con el producto de sus labios se saciará. Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto.
Proverbios 18:20-21



Ahora analicemos otro pasaje que se usa para sustentar el atadero de demonios:

Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David? Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios. Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama
Mateo 12:22-30

Antes de continuar, debemos recordar que esta doctrina enseña que es el individuo quien debe atar y desatar a todo espíritu demoníaco que supuestamente está actuando en determinadas circunstancias, lugares, momentos o vidas, incluso en el carácter, salud y economía de las personas. Quienes así enseñan, toman este pasaje en Mateo 12 como base para decir que Jesús nos manda a atar demonios. Sin embargo, para empezar, debemos ver que Jesús no estaba atando demonios, sino que los estaba echando fuera. Como respuesta a los fariseos, quienes le daban al mismo Satanás el crédito de echar fuera demonios, Jesús utiliza una ilustración de algo cotidiano, para que puedan entenderlo con claridad:

Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
Mateo 12:29

Nuevamente deseamos subrayar que es necesario conocer el contexto del versículo que se está usando, no sólo en el pasaje mismo, sino también en el libro y, además, como parte de toda la verdad bíblica. Para entender mejor, debemos buscar pasajes en el resto de la Palabra que tengan relación con el tema, y que puedan sustentar la interpretación que damos de un versículo en particular. Por lo tanto, en el versículo 25 nos encontramos con dos reinos, el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. En el pasaje, la persona encargada de atar al hombre fuerte es Jesús. Sin duda, el hombre fuerte es Satanás, que está en la tierra controlando este planeta, pero debemos tener en claro que este poder fue concedido por Dios. Sin embargo, cuando Cristo vino al mundo, en ese momento estaba quitándole al diablo algo que consideraba suyo, a través de su mensaje, de sus milagros y de todas las cosas que hizo.

Aquí en Mateo 12, Jesús está en los inicios de su ministerio terrenal, que concluye con su muerte y resurrección. Pero, como apreciamos en el texto bíblico, todo esto llega a su clímax cuando el Señor termina de vencer al diablo en la cruz. La realidad es que no podemos llevarnos el crédito ni atribuirnos nosotros algo que Cristo hace. En Juan 19:30, Jesús dijo: Consumado es. Ya está hecho, el diablo ya está atado por medio de lo que el Señor hizo. Eso se confirma en el resto de la Biblia, veamos una prueba de ello:

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Colosenses 2:15

En conclusión, podemos decir que no es necesario que nosotros estemos atando todo aquello que pensemos que es un demonio.

No perdamos de vista que el corazón es engañoso. Esta doctrina, al tener tan poca base bíblica se apoya mucho en las sensaciones, sentimientos y percepciones, los cuales son muy subjetivos. Debemos saber que en lo único que realmente podemos confiar es en Dios y en Su Palabra, no en los hombres ni en sus sensaciones y sentimientos. El Señor no nos dejó la Biblia en vano, sino para que la utilicemos como la única fuente de nuestra autoridad y revelación.

¿Qué pasa, entonces, con todos los demonios que se han atado? Si esto fuera cierto, ¿dónde están? Si esa práctica de “atar y desatar” realmente funcionara como lo dicen estas nuevas corrientes, ya todos los demonios estarían atados y no habría necesidad de volverlo a hacer cada semana. Tal parecería que se ata un espíritu el domingo, pero el lunes se le zafa la cadena porque los problemas continúan, las soluciones no llegan, y siempre se vuelve a repetir la misma sesión de “guerra espiritual” una y otra vez.

No existe sustento bíblico válido que nos llame a atar demonios, o a realizar nudos, lazos, ni cosas semejantes. Nosotros, además, no tenemos ese poder, es Cristo quien lo hizo. Es importante que nos demos cuenta de que vivimos por gracia, sustentados en la obra de Cristo en la cruz. El centro del evangelio es Cristo, no nosotros. El centro del poder de Dios es Cristo, no nosotros.

Estas doctrinas falsas, en realidad, nos llenan de miedos en lugar de permitirnos experimentar la seguridad que tenemos cuando Dios nos dice en Su Palabra que Él es el que está a cargo de todo.


Es lamentable, además, ver cómo todos los que han asumido esta doctrina, la usan como excusa para culpar al diablo de su propio pecado. El énfasis en la Biblia nunca es atacar a Satanás y menos aún con palabrerías, repeticiones vanas, gritos y rituales. Al contrario, la Palabra nos hace un llamado a una vida de santidad y sometimiento a Dios para resistir al diablo (Santiago 4:7). Si bien es cierto que Satanás sí promueve la maldad de toda clase, el acercamiento de “atar y desatar” se convierte en una excusa para que la gente ignore el problema real: el pecado personal. De esta manera, Satanás es culpado como la causa inmediata cuando en realidad es más una causa secundaria. La causa más inmediata y el verdadero problema, generalmente, es la propia ignorancia de la persona, su falta de madurez y el hecho de que no camina en el Espíritu en una íntima comunión con el Salvador.

Por eso queremos animar a todos los que lean este artículo, dejándoles un desafío dirigido, en primer lugar, a nosotros mismos. Concentrémonos en tener una vida de santidad. Leamos la Palabra de Dios para guardarla y obedecer lo que ahí está escrito (Josué 1:8). No aceptemos “revelación nueva” que no encuentre sustento en las Escrituras. Sólo así estaremos listos para enfrentar los engaños y las doctrinas “novedosas” que sólo nos alejan de Dios.